La historia se centra varias décadas atrás, y
se desarrolla en una
casa ubicada en las
afueras de Montevideo.
Allí vivía una familia
adinerada, bien
posicionada, influyente
y con una hija única, de
unos diez años.
La niña, independiente y
de buena educación,
cargaba con el peso de
su soledad, ya que sus
padres solían ausentarse
del hogar para asistir a
compromisos sociales.
Con el objetivo de hacer
más llevaderas las horas
solitarias, sus padres
le compraron un cachorro
de labrador.
Con el correr de los
años, la niña y el perro
se volvieron
inseparables,
compartiendo espacio
dentro del propio cuarto.
Todas las noches, cuando
la protagonista del
relato se iba a dormir,
el labrador se
acurrucaba debajo de la
cama; la niña estiraba
entonces su mano y el
perro se la lamía, a
modo de saludo nocturno
que se convirtió en una
tradición o código entre
ambos.
Una noche, los padres se
retiraron a un nuevo
evento social, quedando
la joven sola con su
perro. Se sumió en un
sueño profundo hasta que
a eso de las 2 de la
mañana la despertó un
fuerte ruido, que se
derivó luego en algunos
rasguños y golpeteos.
Asustada, y también
nerviosa por su perro,
la niña bajó la mano en
la oscuridad, esperando
que el perro la lamiese.
El can así lo hizo y su
dueña pudo volver a
dormirse con
tranquilidad.
Horas después, al
despertarse, comenzó a
sentir un ruido extraño,
como un goteo grueso e
insistente que parecía
provenir del baño.
Caminó hasta allí,
temerosa, y dio un grito
de terror al abrir la
puerta; su perro,
descuartizado y
sangrando, colgaba de
una cuerda en el baño.
Al regresar al cuarto,
en medio de un ataque de
pánico vio las
siguientes letras
escritas en rojo en el
espejo del tocador: "No
sólo los perros lamen".
Dio un grito y cayó
desmayada en el medio de
la habitación.
Cuando los padres
regresaron, se
encontraron con la casa
desvalijada, el grotesco
espectáculo del cuarto
de baño y su hija en
estado de shock,
repitiendo en loop: "¿Quién
me lamió?". Según
algunas de las versiones,
la niña debió ser
internada en un
manicomio, en el que
permaneció hasta su
muerte. Sus padres
emigraron finalmente al
extranjero.